Hace 22 años que The Libertines debutaron con Up The Bracket, un álbum incendiario, algo destartalado, pero visceral y maravilloso; dos años después seguirían en estado de gracia con el álbum epónimo. Ambas obras dejaron una impronta brillante en cuanto al indie rock que se producía comenzando el siglo XXI. ¡Las seguimos apreciando en todo lo que valen!
Pero el rock and roll se asemeja al duende del flamenco y hay que entender que no siempre se queda para siempre… ese esquivo y huidizo, además en el caso de Pete Doherty y Carl Barat no ayudaron los escándalos de tabloide y el consumo poco afortunado de varios tipos de drogas. ¡La vida en el exceso pasa una factura de muy alto costo!
Apegados más al oficio y la desintoxicación que a la inspiración verdadera, en 2015 regresaron con Anthems For Doomed Youth, que pasó sin pena ni gloria -nunca mejor aplicado- y ahora nos sorprenden con All Quiet On The Eastern Esplanade, que aparece casi una década después de su antecesor y en el marco de un mundo completamente transformado tras el COVID.
A nadie le resulta fácil mirarse en el espejo y confirmar los estragos del tiempo y la existencia sobre el rostro; en modo alguno es una experiencia agradable por la que ahora atraviesan Doherty y Barat aferrados al madero de una vida ordenada.
Este 2024 nos dejan ante 11 canciones que parecen un recuento de todo aquello que perciben y recuperan al asomarse por el balcón de su edificio para auscultar al barrio; ya no están en el ojo del huracán, más bien observan la vorágine desde lejos y eso se nota mucho -quizá demasiado-.
A su favor tienen la experiencia acumulada y es por ello que nos entregan una canción tan brillante como “Night of the hunter”, en la que les sienta bien una pose de crooner de la mediana edad que sabe que ahora puede contar acerca de lo vivido mientras danzaba sobre el filo de lo extremo.
En su cuarto álbum no esconden el aprendizaje que han obtenido al revisar a detalle a The Clash y The Jam, estos últimos les han mostrado cómo obtener el máximo rédito del costumbrismo. La sensación que dejan los Libertines de este momento es la de asumirse más como cronistas y ya que como observadores participantes; lo que no obsta para que “Run Run Run” se erija como una pieza muy efectiva que alterna bien con “Merry Old England”, una narración muy en plan de postal doméstica de la actualidad.
A The Libertines les apreciamos por su ilustre pasado, seguimos atentos cada una de las borrascas mediáticas que armaron… en un momento preciso encarnaron el verdadero espíritu del rock, pero no lo albergaron para siempre; es por ello, que aún gozan de crédito entre nuestros afectos, pese a que no sea fácil conformarnos con las composiciones que les dicta la vida adulta.
All Quiet On The Eastern Esplanade