La solidaridad no está de moda. A pesar de los esfuerzos por representar una narrativa de la igualdad: la empatía no vive en nuestro diccionario de palabras de uso común. Ya lo apuntó el filósofo Slavoj Zizek: “No apelo a una solidaridad idealizada. La crisis actual demuestra que la solidaridad y la cooperación global tienen como finalidad la supervivencia de todos y cada uno de nosotros, y que obedecen a una pura motivación racional y egoísta”.
Nuestras ideas y/o premisas que sentamos como verdad, no son, necesariamente, verdaderas para el resto de la sociedad. Y esto se debe a la naturaleza de nuestra propia realidad, la cual compartimos —en ocasiones— con las personas con las que nos relacionamos. Innatamente buscamos un cambio por la necesidad impetuosa de cambiar algo. Sin embargo, no todo necesita cambiarse.
De los españoles a los aztecas, de la izquierda al bipartidismo mexicano, los ejemplos de la loza de los vencedores sobre los vencidos tienen al cambio como materia principal y como fundamento la sentencia: arreglar lo que no está descompuesto.
Pienso en esto y en la necedad de los políticos —de toda clase y color— de una vez que llegan a ser gobernantes, en el afán de hacer patente su periodo de poder, arremeter con todas las políticas, acciones y programas que tengan el aroma del tiempo que les precedió. Sin importar si fueron buenas o malas prácticas. Sin análisis previo y sin preocuparse por la funcionalidad, lo importante está en robustecer el ego y en asfaltar el pasado con la imagen del presente que en el siguiente periodo también será olvido.
Por ejemplo, durante las pasadas elecciones en Hidalgo, donde se eligió a los titulares de las presidencias municipales, las propuestas de campaña de los candidatos se centraban en los servicios municipales y la reactivación económica. Mientras duró el periodo de campaña, los Concejos Municipales —que entraron de bateadores emergentes en el juego de la administración pública—, concentraron su gestión en hacer lo que no se había hecho: obras de pavimentación, alumbramiento y recolección de basura periódicamente. Con la elección de lo que se vendió como “los mejores perfiles”, la “gente más preparada”, quienes “avanzan” y su “compromiso es contigo”, la esperanza de la población estaba en que las cosas se hicieran mejor o, en su caso, igual. Sin embargo, esto no ocurrió y a casi dos meses de los nuevos gobiernos, se descompuso lo que ya estaba bien.